La optometría tiene una misión vital y podríamos decir que es el propósito per se y que todo aquel que trabaje en nuestro entorno lo hace con ese propósito.

Sin embargo, se puede trabajar en una óptica y no hacerlo con propósito, simplemente aprender a hacer el trabajo y desarrollarlo. Cuando se trabaja con propósito, se es feliz, hay una razón para ir cada día a trabajar, diferente al dinero o al sostén de una familia. Es la combinación entre la pasión, el amor, la habilidad, la necesidad, la contribución y por supuesto la ganancia.

Podemos desarrollar diferentes actividades en la misma profesión y darnos cuenta cuál nos hace más feliz. No es lo mismo trabajar como consultor en un laboratorio que en consulta, o hacer rehabilitación o adaptar lentes de contacto y aunque todos pudimos ver las mismas materias, nos desarrollamos más en un área que en otra.

Quizás muchos hemos pasado por puestos de trabajo con perfiles diferentes y recordaremos aquel en el que nos sentíamos plenos o aquel que nos aburría. Si, puede pasar, no siempre nos desarrollamos completamente en la actividad en la que estudiamos, sino en otra y finalmente el objetivo es precisamente descubrir ese talento, esa habilidad y ese lugar correcto que nos permite desarrollar nuestro propósito, que no es más que un objetivo superior, en el que sabemos que hay una necesidad y le damos al mundo esa parte nuestra.

Cuando hablamos de Ikigai, esa palabra milenaria que se refiere a una vida con propósito, podemos pensar en que es algo místico, lejano y estático. Aunque está al alcance nuestro, más de lo que pensamos. Creemos que se refiere al domingo haciendo alguna obra de caridad, o en meditación, sin embargo, el Ikigai debe estar en el día a día, en nuestra vida diaria, nuestra vida familiar y en nuestro trabajo, más aún cuando allí pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.

Y el propósito no es uno sólo a lo largo de la vida, puede transformarse, ser sensible a los cambios y situaciones que se presenten, incluso las oportunidades que te encuentren, y allí, en ese cambio inesperado, crear un nuevo propósito.

Si cambiamos de trabajo en una actividad diferente, este propósito cambia y para que sea fuerte, impactante y te haga feliz, debería hallar la convergencia entre: Misión, pasión, vocación y profesión.

Ella Rojas, O.D. Editora del Área de Administración
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