Andrés Solórzano Bernal F. O.D.
Docente Área Andina, Pereira
Editor Área Superficie Ocular

Cada vez que se menciona el prefijo “neuro” en un tema de conversación académico, las personas reaccionan como si se tratara de una inmersión a mundos oscuros y desconocidos donde poco se considera su relación con la mayoría de los procesos visuales y oculares (por no decir todos). Hoy pretendo hacer una pequeña reflexión que nos lleve a analizar una de las interacciones que tiene este tema con la patología número uno en consulta de superficie ocular: la enfermedad de ojo seco (EOS).

Las definiciones más actuales donde se trata este problema mencionan y recalcan el daño neurosensorial que implica padecer EOS; ahora bien, sabemos que las ramas del trigémino tienen una influencia significativa en las funciones sensitivas de la córnea, sin embargo, si nos adentramos un poco más en las aguas de la neurofisiología podemos conocer que del nervio trigémino o V par, se deriva una división denominada nervio oftálmico o nervio de Willis (V1), el cual a su vez tiene tres ramas que desempeñan un papel importante en las dinámicas de la unidad funcional lagrimal.

La primera rama es el nervio frontal, encargado de conducir impulsos desde los receptores de la piel de los párpados, la segunda rama es el nervio lagrimal, cuya función en este caso es estimular la secreción de la glándula lagrimal principal (GLP), finalmente, la tercera rama corresponde al nervio nasociliar que inerva las mucosas respiratorias nasales explicando la relación que existe al estimular esta zona y obtener una reacción adicional a nivel ocular.

Ahora volvamos a la superficie ocular, al ojo seco…

Un paciente con EOS moderado o severo tendrá daño epitelial corneal y conjuntival, lo que llevará a una exposición anómala de las terminales nerviosas del trigémino que en un inicio ocasionará una hipoestesia, esta llevará a una reducción en la recepción de estímulos e inevitablemente concluirá con una baja significativa de la producción acuosa que proviene de la GLP, agravando la situación de ojo seco. En este momento, no es solo dar un suplemento lagrimal, es restaurar el buen funcionamiento epitelial y considerar que estamos también enfrentando un daño neurosensorial, pero que ahora comprendemos un poco más gracias a que nos arriesgamos a entrar en “las ciencias oscuras” de la neurofisiología, que en este caso nos llevan paradójicamente hacia la luz.

Un abrazo cordial a mis lectores.

Andrés Solórzano Bernal F. O.D.

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