A nivel oftalmológico, los niños eventualmente son susceptibles de requerir la aplicación de fármacos oculares. En este aspecto, es importante detenerse para analizar las particularidades de la medicación en esta población, En primer lugar, es preciso recordar que el ojo de los infantes y el desarrollo de su sistema visual, tiene cambios significativos en los primeros años de vida, demostrando la alta vulnerabilidad de alteraciones en su desarrollo. Esto conduce a determinar los objetivos de uso de fármacos oculares en niños. Generalmente, la primera línea de aplicación, es el examen ocular, frente al cual se destaca la refracción bajo cicloplejia, de la cual depende un correcto diagnóstico y conducta de manejo. Por otra parte, se ha establecido que los medicamentos se usan para el tratamiento de condiciones oculares infecciosas bastante comunes como son la conjuntivitis bacteriana y la conjuntivitis viral, también se usan en el tratamiento de diferentes tipos de inflamaciones oculares, como la conjuntivitis alérgica, y en el tratamiento de patologías de alto riesgo como uveítis y glaucoma. Como complemento, el uso de fármacos para el control de la miopía, el tratamiento de la ambliopía, y el estrabismo, son cada vez más usados por los profesionales.1 

Como cualquier medicamento, se hace necesario pensar en los potenciales beneficios y riesgos que conlleva un fármaco ocular. Desafortunadamente, aún no existe evidencia suficiente que permita establecer la dosis indicada y segura de una gota oftálmica en un infante; de hecho, en muchos casos, se les es aplicada la misma dosis del adulto; y, en muchos otros casos, las compañías farmacéuticas, tampoco sugieren la dosis pediátrica de los medicamentos que comercializan. Con lo anterior se contrasta el alto costo que acarrearía el diseño de ensayos clínicos en niños, y la agrupación de edades de estudio dadas las condiciones fisiológicas de cada una.1

En consecuencia, no se debe olvidar que, los efectos sistémicos, la función renal, y el metabolismo corporal son muy diferentes en los niños. Por ejemplo, el peso corporal y velocidad metabólica de los infantes son mucho más bajos que en el adulto, lo que puede afectar la absorción sistémica de un medicamento. De hecho, se estima que, si un fármaco ocular aplicado a un niño pasa a la circulación sistémica, se diluirá más lentamente en la sangre, debido al volumen sanguíneo obviamente más pequeño. Por lo tanto, la dosis sistémica del medicamento se metabolizará en una tasa menor. Es decir, que una gota de colirio, alcanzaría niveles más altos en el plasma y, por ende, dura más tiempo circulando. Siendo así, la dosis de un medicamento oftálmico pediátrico se debería calcular teniendo en cuenta el peso del niño, el estado actual del desarrollo, el metabolismo, el consumo de otros medicamentos simultáneos, y la fisiología. Por esto, se ha hablado que, en niños saludables entre el nacimiento y los dos años, debería prescribirse la mitad de la dosis recomendada para el adulto, y dos tercios de esta dosis, para niños entre 2 y 4 años de edad.1

Es importante destacar que no todo se realiza de manera empírica. Por ejemplo, en la refracción bajo cicloplejia, se aconseja 1 sola gota de ciclopentolato al 0.5% en niños menores de 1 año, y al 1% en los mayores. Cabe resaltar que pueden existir variaciones en el uso del medicamento, donde también se contempla el uso fenilefrina o tropicamida. Como recomendación especial, se sugiere que antes de aplicar la gota de ciclopentolato, se puede administrar 1 gota de anestésico local como la proximetacaína 0.5% o al oxibuprocaína. Esto permitirá eliminar las molestias propias del ciclopléjico, y una mejor probabilidad de penetración del fármaco. Aquí un punto complementario, pero no menos importante, es la habilidad que requiere el profesional para administrar el medicamento, en términos de abrir el ojo del niño sin lastimarlo, bloquear el movimiento corporal con ayuda de los padres, etc.1 

En términos generales, la práctica clínica a nivel pediátrico muestra que se le aplica al niño sano, la misma dosis de colirio que se requiere en el adulto; sin embargo, consideraciones especiales en el estado de salud deben tenerse en cuenta para modificar la dosis-respuesta esperada. Se debe contemplar entonces en casos especiales, la reducción de la dosis como en el caso anteriormente mencionado, de ciclopentolato 0.5% en menores de un año. Lo mismo aplicaría para el uso de timolol 0.25%, en vez de la concentración al 0.5%, en el manejo de cierto tipo de glaucoma infantil.1

En conclusión, los profesionales de la salud visual deben dar un manejo farmacológico pediátrico dependiendo del infante, analizando si es saludable y se pueden prescribir dosis normales con bajo o nulo riesgo de efecto adverso, y combinar la posibilidad de reducción de dosis cuando los factores anteriores cambian. Por otra parte, existen patologías más delicadas como la queratitis herpética y bacteriana, uveítis y glaucoma, donde el manejo debe estar direccionado a un profesional especializado como el oftalmólogo pediatra, quien probablemente atienda al niño en un hospital de tercer nivel de complejidad, por el eventual manejo sistémico alterno o complementario de la patología.1 

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