Según los japoneses todo el mundo tiene un Ikigai, algunos ya lo conocen y otras personas están en esa búsqueda. La población de Okinawa, es la isla más longeva del mundo, ellos le atribuyen el secreto de su felicidad al Ikigai que rige su vida. Ellos lo definen como “La felicidad de estar siempre ocupado”.
La finalidad de encontrar el sentido a la existencia para vivir más y mejor. Esta frase toma sentido cuando en el libro Ikigai de Héctor García y Francesc Miralles hablan de un estudio de Viktor Frankl de su Hospital Policlínico de Viena en el que descubrió junto a su equipo que el 55 % de los pacientes mostraba un gran vacío existencial y cómo hallar el sentido de la vida ayuda a llenar ese vacío. “El hombre que se enfrenta a sus problemas y convierte sus objetivos en actividad, al hacerse mayor podrá mirar atrás con paz interior”.
Convertir el trabajo y el tiempo libre en un espacio de crecimiento. Disfrutar las tareas rutinarias, es fundamental para ser felices, no sólo es hacerlo, sino ser parte de lo que estás haciendo, disfrutar la experiencia de incluso lo más simple.
periencia de incluso lo más simple. “Llegaste a este mundo a cumplir un propósito indelegable. No inviertas toda tu vida contribuyendo con los propósitos de los demás” Carlos Nava Condarco. Entonces, ¿Cómo hacer en el día a día para comenzar a construir el Ikigai?
Básicamente son cuatro pilares importantes a tener en cuenta:
PASIÓN: la intersección entre lo que se ama y es bueno. La pasión por si sola produce satisfacción, con una sensación de que algo hace falta. MISIÓN: la intersección entre lo que amas y lo que el mundo necesita. Construir y contribuir al mundo uniendo la misión con la pasión proporciona plenitud, pero sin riqueza.
VOCACIÓN: la intersección entre lo que el mundo necesita y por lo que pueden pagar. La combinación de la misión y la vocación, crea la sensación de emoción, seguridad económica, pero con incertidumbre hacia el futuro, falta de preparación y pasión.
PROFESIÓN: la intersección entre lo que se es bueno y por lo que pueden pagar. La combinación entre vocación y profesión puede producir confort, pero con sensación de vacío. Cuando se une la pasión, la misión, la vocación y la profesión, se construye el Ikigai. Amar lo que se hace, servir y dar al mundo lo que necesita, ser bueno en lo que se hace y recibir retribución por ello. El reto está en encontrar el Ikigai en el día a día, hallar el lugar en el que pueda desarrollar el trabajo, crecer, servir y ser remunerado satisfactoriamente, de esta manera se logra tener un trabajo con propósito.