En un gremio que paso a paso se abre camino dentro de la salud visual, y que poco a poco ha dejado de tener un ejercicio profesional donde se hacía “de todo” en una sola consulta, aparecen especialistas en diferentes áreas.
La Real Academia de la Lengua define especialista como: Que cultiva o se dedica a un ramo de determinada arte o ciencia de la que tiene especiales conocimientos o habilidades, sobre todo en medicina o alguien que hace algo con habilidad o destreza. Siendo consecuentes con este concepto, podemos afirmar que la gran mayoría ejerce bien su labor; quienes nos dedicamos al cuidado de la superficie ocular debemos entender que ser considerados especialistas no solo es un título, no es solo algo para llenar currículos o decorar las paredes de los consultorios. La realidad detrás de ese logro implica una enorme responsabilidad que requiere tiempo, rigurosidad, actualización académica, todo con el único fin de solucionar los problemas de nuestros pacientes.
Puedo sonar algo crítico, pero los tiempos en que los usuarios se deslumbraban por un consultorio lleno de diplomas han pasado; los pacientes requieren profesionales con calidad académica pero también con excelencia humana, ese es el mejor título que pueden tener. ¿Cómo se sentiría usted si después de esperar meses por una consulta especializada le dediquen solo 15 o 20 minutos para evaluarlo?
Seamos conscientes de nuestras destrezas, pero aún más de nuestras limitaciones, recurramos a colegas o amigos en caso tal que consideremos que su experiencia aporte a una mejor atención; utilicemos todas las herramientas tecnológicas y dediquemos el tiempo que sea necesario para encontrar el porqué de la enfermedad, naveguemos en el mar de la complejidad de las patologías para luego simplificar y mejorar la vida de quienes ponen sus ojos en nuestras manos. Humanicemos nuestro actuar profesional para que una consulta especializada se convierta en una consulta especial.