En un entorno donde la tecnología gana terreno en la consulta visual, la autorrefracción se ha posicionado como una herramienta habitual en la rutina clínica. Su rapidez y facilidad de uso han hecho que, en muchos escenarios, se relegue la retinoscopía a un segundo plano. Sin embargo, según reflexiones compartidas por el optómetra Fabio Mora, la preocupación de un grupo de profesionales sugiere que el uso exclusivo del autorrefractómetro podría no ser suficiente en todos los contextos, especialmente cuando se trata de procedimientos quirúrgicos y atención personalizada. ¿Está la práctica moderna olvidando el valor clínico de la retinoscopía?

Una técnica insustituible

La retinoscopía permite al profesional observar directamente las sombras pupilares y valorar la transparencia de los medios oculares, una capacidad que ningún autorrefractómetro ofrece. Además, otorga un control preciso sobre la acomodación, lo cual evita errores de sobrecorrección que podrían descompensar el sistema visual del paciente. Esta capacidad resulta particularmente importante en el contexto de cirugías refractivas y de catarata, donde cada dioptría cuenta.

En la práctica comparativa liderada por Fabio Mora, los resultados obtenidos mediante autorrefracción coincidieron con la retinoscopía en apenas un 34 % de los casos analizados. Las diferencias, en algunos pacientes, alcanzaron hasta dos dioptrías, afectando tanto los valores esféricos como el eje del astigmatismo. Mientras el autorrefractómetro mide un área limitada de la córnea, la retinoscopía —complementada con herramientas como el reloj astigmático— permite identificar con mayor exactitud el eje visual real, clave para una corrección precisa.

Complemento, no sustituto

A pesar de sus limitaciones, la autorrefracción sigue siendo útil como punto de partida, especialmente en prácticas de alto volumen. Sin embargo, su eficacia está condicionada por el entendimiento del optometrista, quien debe interpretar los datos en el contexto clínico del paciente. La experiencia demuestra que la retinoscopía bien realizada se alinea casi perfectamente con el examen subjetivo, siendo esta la base desde la cual se deben optimizar los resultados visuales.

Más allá del algoritmo

La discusión no es solo técnica, sino formativa. En tiempos donde los dispositivos parecen ofrecer soluciones instantáneas, se corre el riesgo de formar profesionales que dependen de la máquina más que del criterio clínico. La retinoscopía no solo entrena el ojo del optometrista, sino que fomenta una comprensión profunda de la fisiología visual.

“La tecnología no puede reemplazar el juicio clínico, solo puede complementarlo”, afirma Fabio Mora. Y en esa línea, sostiene que la retinoscopía sigue siendo la herramienta que permite al profesional ver más allá de los números, interpretando lo que el ojo revela en silencio.

Conclusión

La autorrefracción es, sin duda, una aliada en la práctica clínica. Pero reducir la refracción a una lectura automatizada puede comprometer tanto la calidad del diagnóstico como el éxito quirúrgico. La retinoscopía, con su riqueza interpretativa y valor clínico, continúa siendo una piedra angular en la optometría moderna. Formar profesionales capaces de dominar esta técnica no solo preserva una tradición, sino que garantiza una atención visual más precisa, humana y completa.

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