En el contexto de la baja visión, cada detalle cuenta. Más allá de cifras y diagnósticos, aprovechar al máximo las capacidades visuales residuales puede transformar la vida de los pacientes. En este proceso, la refracción no es solo una técnica: es un arte clínico que constituye la base de una rehabilitación visual efectiva.
La Dra. Rosaria Espinosa, oftalmóloga y pionera en el abordaje de la baja visión en América Latina, destaca que una buena refracción puede marcar la diferencia entre la dependencia y la autonomía. Su experiencia sustenta la importancia de evaluar integralmente a cada paciente antes de definir si realmente presenta baja visión.
Más allá de la agudeza visual
Contrario a lo que se cree, la baja visión no se define únicamente por valores como 20/400 o la visión monocular. Un paciente puede tener 20/30 y, aun así, experimentar serias limitaciones en su funcionalidad visual, como la sensibilidad al contraste. Por ello, se insiste en que ningún diagnóstico de baja visión debe establecerse sin una refracción actualizada y sin haber agotado las posibilidades médicas o quirúrgicas.
El caso de Brasil ilustra esta visión integral: allí, personas con visión monocular, aunque tengan 20/20 en un ojo, pueden acceder a programas de rehabilitación visual por las limitaciones reales que enfrentan.
Refracción: punto de partida para la rehabilitación
Una buena refracción puede ofrecer mejoras significativas, incluso si el paciente no sale de la categoría de baja visión. Estudios muestran que hasta un 23 % de los pacientes mejoran su visión funcional con una refracción adecuada. El objetivo es identificar si la corrección necesaria está en lejos, cerca o intermedia, de acuerdo con las actividades diarias del paciente.
Además, los errores refractivos no corregidos siguen siendo una causa evitable de ceguera, lo que refuerza la necesidad de una refracción minuciosa. Una entrevista detallada permite identificar síntomas como el deslumbramiento o las dificultades en determinadas distancias, lo que guía el uso de filtros o ayudas ópticas específicas.
Técnicas específicas y herramientas adaptadas
La refracción en baja visión exige adaptaciones prácticas. El foróptero, por ejemplo, no se utiliza, ya que limita el campo visual. En su lugar, se prefieren monturas abiertas y livianas. La retinoscopía es preferible al autorefractómetro, ya que permite valorar la zona de mejor visión en presencia de opacidades o fijación excéntrica.
Se utilizan cartillas especializadas, como las de TRS con reducción progresiva del tamaño, o cartillas de contraste para predecir la respuesta a ayudas ópticas. También se recurre a técnicas como el multisenopeico en casos de difracción corneal, o trial lens clips para refracciones objetivas con medidas altas. Es importante registrar la zona de fijación excéntrica, ya que esta referencia es clave para futuras terapias.
La “Diferencia Justo Notable” (DJN) también se adapta: los pasos de dioptrías deben ajustarse al nivel de agudeza visual para evitar fatigar al paciente. Asimismo, se busca siempre la mejor corrección con el menor aumento posible para mantener una distancia de trabajo cómoda y un campo visual amplio.
Consideraciones clínicas y funcionales
La historia refractiva del paciente es esencial. Condiciones como afáquia, pseudofáquia, albinismo, síndrome de Marfán o miopía degenerativa influyen en la elección de la corrección. En niños con parálisis cerebral, por ejemplo, una buena refracción puede mejorar la interacción y comunicación.
Muchos pacientes con baja visión priorizan la visión cercana o intermedia, por lo que es importante explicar el valor del lente para lejos, especialmente para actividades de movilidad.
Enfoque personalizado y trabajo en equipo
La entrevista clínica debe explorar a fondo las necesidades, prioridades y hábitos del paciente. La refracción en baja visión no es solo una medición, sino un proceso que conecta la ciencia con la empatía. Saber qué desea ver el paciente —leer, cocinar, escribir, desplazarse— permite orientar las decisiones clínicas hacia soluciones funcionales.
La rehabilitación visual requiere un enfoque multidisciplinario. Oftalmólogos, optometristas, rehabilitadores y psicólogos deben trabajar juntos para lograr una atención integral, sin etiquetas ni límites anticipados. Como enfatiza la Dra. Espinosa, “no se trata de rendirse, sino de buscar nuevas formas de ver”.
Recomendaciones para niños y especialización profesional
En niños pequeños, se recomiendan cartillas como Lea Symbols o Lea Gratings. Para preescolares o niños mayores, se pueden usar opciones con números o símbolos grandes, como Finblom o Lean Ambers, siempre adaptadas al nivel cognitivo.
Y sí, un optómetra puede especializarse en baja visión. De hecho, se necesita con urgencia mayor formación y más profesionales dedicados a esta área que trabajen en conjunto para devolver autonomía y dignidad a quienes viven con limitaciones visuales.