¡Ay de aquél! del pequeño paciente incómodo, el que llega al gabinete con las rodillas raspadas y “bigotes de leche” en el rostro, del que no atiende indicaciones, que no parece comprender las pruebas, que no sigue instrucciones, que no responde lo que nosotros esperamos, que no comparte nuestros objetivos y que, en cambio, le atrae sobremanera el juego, el brillo, el sonido, los destellos y los colores chillantes; ni hablar de aquél que a juicio de la tinta occidental sea víctima de su primitivo sistema nervioso y a vista de la corriente reflexológica sea aún gobernado, al menos en parte, desde un nivel de integración funcional encefálico-inferior; del desventurado que a ojos de la corriente conductista exhiba signos de ‘parálisis piramidal transitoria’ porque en el acto será acusado de poco colaborativo, poco maduro, distraído, hiperactivo o hasta enfermo de la mente.
Sin embargo, no es ese el rostro del enemigo; no tanto como la necesidad de adaptar nuestra historia clínica a las condiciones del desarrollo infantil; no tanto como la urgencia de incorporar conocimiento actual y procedimientos clínicos pediátricos que se ajusten a las necesidades particulares de ese grupo de población; no tanto como ambientar y equipar nuestro gabinete en línea con lo anterior; ni mucho menos tanto como la premura de desprendernos de la bata blanca y lanzarla al viento, lejos muy lejos, con todos nuestros temores dentro, sin prejuicios, y en un acto de magia rodar por el suelo del consultorio junto con el paciente, retinoscopio en mano y codo a codo con la inocencia, la ingenuidad y la capacidad de asombro.
Cumplida la hazaña -que va mucho más allá de solo colocar unas cuantas y coloridas monturas en el exhibidor- habremos emprendido una odisea hacia el noble nicho del mercado infantil, hasta ahora poco explorado por la optometría latinoamericana y que ofrece diversas ventajas a quien incursiona en este campo; de entrada la competencia es escasa en ese selecto segmento y la posibilidad de no ir a parar en desgastantes guerras de precios que solo sirven para salir del paso temporalmente y, a menudo, conducen a la hecatombe tanto en términos de salud visual, como financiera.
Un mercado donde lejos de arrebatarse los pacientes, si usted define su identidad comercial y desarrolla una red de valor con los demás profesionales de la visión y de otras disciplinas de la salud a su alrededor, profesionales de la educación, entre otros, ellos se ocuparán de llenarle de pacientes hora tras hora y, por si fuera poco, gozará de proyección local, regional y muy probablemente a nivel nacional.
Amable y generoso amigo lector, una vez más sea usted bienvenido a esta sección, un espacio de crítica, análisis y discusión en torno al tema de la refracción ocular; un espacio para compartir experiencias y puntos de vista. Gracias.