La miopía es una preocupación creciente para los profesionales de salud visual en el mundo. Se han reportado cifras alarmantes en regiones como el sudeste de Asia, donde la prevalencia alcanza hasta un 80 y 90 %. En contraste, en Latinoamérica, las cifras son notoriamente inferiores. Por ejemplo, en Brasil se registra una prevalencia de miopía baja (-0.50 a -5.75 D) del 15,2 %; miopía alta (mayores de -6.00Dp) del 2.1 % (Loschpe, et al., 2023) en personas de 5 a 20 años. En Ecuador la prevalencia de miopía baja es del 2.69 % y de miopía alta es del 0.16 % en niños con edad promedio de 8,54 años (Iribarren, 2022). En Colombia, específicamente en Santander, se reporta una prevalencia del 11 % en miopías bajas (definidas como equivalente esférico negativo mayor a -0.50 D o esferas iguales o más negativas de neutro) y en miopías altas una prevalencia del 0.2 % (mayores de-6.00 D) en niños con edad promedio de 11.14 años (Galvis, 2017). En Bogotá, los resultados indican una frecuencia de miopía del 4,17 %, en población escolar, un porcentaje inferior al de la ambliopía (12 %), al de la hipermetropía (41,30 %) y al de la emetropía (24,17 %) (Salazar, 2018).

A pesar de estas disparidades, en Latinoamérica, aún faltan estudios de prevalencia más controlados y actualizados, quizás debido a las diferencias metodológicas. No obstante, los profesionales se están preparando para el manejo clínico de la miopía, ya que su desarrollo puede tener consecuencias devastadoras para la salud visual de los afectados.

Entre las alternativas de manejo propuestas, se incluyen enfoques farmacológicos como el uso de atropina, así como el empleo de lentes de contacto progresivos con adiciones y lentes oftálmicos diseñados para controlar el llamado “desenfoque periférico”. Además, se han sugerido recomendaciones de trabajo al aire libre, como medida de protección para reducir el riesgo de miopía y ralentizar su progresión (Hansen, et al., 2020). Parece ser que esta última estrategia podría influir parcialmente en la regulación del músculo ciliar y generar cambios a corto plazo de la longitud axial (Real SA, 2011).

Se han publicado estudios específicos sobre la función acomodativa en pacientes miopes, en los cuales se ha observado una tasa de facilidad de acomodación monocular menor en comparación con emétropes a distancia cuando se evalúa de manera objetiva (Radhakrishnan H, 2017), también se ha reportado un mayor retraso de acomodación en esta población.

Con base en las características observadas en miopes, recientemente se han comenzado a plantear estudios de terapia visual que combinan funciones acomodativas con actividad física como correr, saltar, lanzar y algunas habilidades de fútbol, voleibol y baloncesto. En estos estudios, la acomodación se trabaja utilizando tarjetas de estímulos (números, letras o símbolos) para visión lejana de 4 metros y cercana a 40 cm, por lapsos de tiempo de 1, 3 y 5 segundos en cada distancia, realizados durante 32 semanas. Estos estudios han demostrado una reducción significativa en la tasa de crecimiento del ojo en pacientes con miopía moderada, como se evidencia en la evaluación de la longitud axial, antes, durante y después de la intervención, en comparación con un grupo un control (Zhou, et al., 2023).

Esta evidencia es sumamente interesante, ya que introduce una nueva alternativa en el manejo de la miopía. Se aprovecha la evidencia existente sobre el factor protector del trabajo al aire libre y se añaden elementos de la dinámica de la acomodación, los cuales también han sido estudiados en relación con la miopía. Estos ejercicios son fácilmente aplicables y no invasivos para los pacientes.

Se conoce que el ejercicio físico actúa como un estímulo para la neuromodulación al aumentar la producción de serotonina, lo que se entiende como un elemento facilitador de la plasticidad cerebral que ha demostrado favorecer el funcionamiento del sistema visual. También, el ejercicio físico genera un incremento del flujo sanguíneo, lo que conlleva a una mayor liberación de oxígeno en los tejidos del cerebro y a la reducción de la tensión muscular. Además, se ha observado que el ejercicio físico impacta en el ciclo de sueño, ya que los miopes tienden a tener una producción más baja de melatonina y ritmos circadianos retardados. Por lo tanto, al combinar los beneficios del trabajo al aire libre con la actividad física y la activación y relajación de la acomodación a una distancia controlada (principalmente en cerca) por cortos periodos de tiempo, es posible que se favorezca una adaptación del sistema visual más sana por cuanto se ha descrito que niños que leen de forma continua a una distancia demasiado cercana, son más propensos a ser miopes, mientras que aquellos que trabajan a distancias más largas están potencialmente asociados con la estabilización de la miopía a la edad de 15 años. Por último, es importante tener en cuenta que la acomodación se debe controlar siempre en la miopía desde un examen bajo cicloplejia para corregir de forma precisa la cantidad de defecto real y, por otro lado, para trabajar posibles respuestas exageradas de acomodación frente a un estímulo visual, con el fin de evitar un sobreesfuerzo del sistema que conduzca a un desenfoque adicional.

Es importante recordar que la causa y progresión de la miopía involucran elementos multifactoriales y, por tanto, es lógico pensar que el manejo debe ser integral. Así mismo, se abre una nueva posibilidad de manejo de la miopía desde la terapia visual que, a su vez, invita a más desarrollos de investigación al respecto para poder entender mejor la eficacia y eficiencia de su aporte en el manejo de esta condición.

Sandra Medrano, OD.
Editora del Área Entrenamiento Visual

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