Esta entrevista es el reconocimiento y homenaje al profesional que es considerado el optómetra más importante e influyente en el campo de la terapia y el entrenamiento visual.

El Dr. Mitchell Scheiman es doctorado en Biomedicina de la Universidad de Salud y formación en optometría por el New England College of Optometry. A lo largo de su carrera, ha desempeñado diversos roles, clínico con práctica independiente, docente, investigador, escritor, decano de investigación y director de programa en el Pennsylvania College of Optometry en Estados Unidos.

Con más de 225 artículos publicados en revistas científicas indexadas y la autoría de cuatro libros, se destaca su obra “Clinical Management of Binocular Vision”, actualmente en su quinta edición. Su investigación se ha centrado en áreas clave como la terapia visual, la visión binocular, la optometría pediátrica y la relación entre visión y aprendizaje. Actualmente, forma parte de la mayor mesa de estudios de investigación sobre insuficiencia de convergencia a nivel mundial.

El Dr. Scheiman ha recibido numerosos reconocimientos por sus aportes al campo de la optometría, entre los que incluye su Ingreso al Salón de la Fama de la Academia Americana de Optometría y premios como el Premio Glenn A. Fry de la Fundación de la Academia Estadounidense de Optometría y el Premio al Avance de las Ciencias de la Asociación de Rehabilitación Neuro-optométrica. Su trabajo ha sido reconocido internacionalmente, consolidándose como una figura clave en la investigación y educación optométrica.

Recientemente, el equipo de Franja Visual tuvo la oportunidad de entrevistarlo para conocer más sobre su trayectoria y obtener su perspectiva sobre los avances en terapia visual y su impacto en el tratamiento de pacientes con problemas binoculares y de aprendizaje.

Franja Visual (F.V.): ¿Cómo comenzó su interés por estudiar Optometría? Mitchell Scheiman (M.S.): Nunca pensé en Optometría. Consideré estudiar algo relacionado con la salud como opción para mejorar la vida de las personas, sabía que no podía ser médico porque no soporto ver sangre, así que pensé en odontología, pero luego recordé las inyecciones y el hecho de que la boca podía llenarse de sangre, así que descarté esa idea. Fue entonces cuando alguien me mencionó la Optometría, que estaba enfocada, por esa época, en la consulta y adaptación de lentes de contacto y oftálmicos, sin necesidad de tener contacto con sangre, así que me fui por esa vía. Quizás mi decisión sería diferente si tuviera que practicar la Optometría actual en la que se hacen muchos abordajes clínicos que quizá me hubieran dirigido hacia otra especialidad [risas].

F.V.: ¿Cómo surgió el interés por hacer la terapia visual?

M.S.: Fue otro accidente. Al ingresar al New England College of Optometry, después del primer año, pensé que era una carrera muy limitada, entonces, pensé en dar el paso hacia Oftalmología. Antes de tomar la decisión, me registré en un curso de visión binocular y uno de los docentes era la Dra. Mohindra. A partir de ese momento comenzó mi interés y pasión por la terapia visual y la visión binocular porque la vi muy útil para ayudar a las personas. Así que continué estudiando Optometría y muy atento a la visión binocular. Luego, cuando estaba en el tercer año, descubrí que en Nueva York había una Asociación Optométrica, donde profesionales muy reconocidos ofrecían un curso de verano de seis semanas. Decidí asistir para adquirir más conocimiento sobre terapia visual. Lo que más me interesaba de esta área, además de no tener contacto con la sangre y las inyecciones, es que con la terapia visual podía mejorar la calidad de vida de las personas en un corto periodo de tiempo. Cuando ya estaba por graduarme, se abrió el primer curso en Estados Unidos para realizar la residencia en terapia visual y visión binocular. Así que me propuse hacerlo, había pocos cupos y muchos aspirantes. Así que me dediqué a estudiar intensamente, leí, repasé mis cursos anteriores y quedé muy bien preparado para que en la entrevista no hubiera manera de que me rechazaran. Y claro, cuando uno estudia y se prepara hay un solo resultado, cuando me entrevistaron, respondí perfectamente todo lo que me preguntaron.

F.V.: ¡Genial! Nos sigue enseñando muchas cosas con esta entrevista. ¿Qué lo motivó a investigar en visión binocular?

M.S.: Muy temprano concluí que no se trataba solo de enseñarles a los estudiantes, sobre cómo hacer algo y decirles que funcionaba de cierta manera. No era simplemente: “esto se hace así y tienes que hacerlo así”. Siempre me enfoqué en explicarles el “porqué detrás de cada cosa”, la razón de fondo, para que realmente entendieran lo que estaban haciendo. En esa época, no había muchos estudios ni suficiente investigación que soportara lo que se enseñaba o lo que se hacía en la terapia.

Pero, al principio, como era joven e inexperto, pensaba: “estos profesionales son mayores, saben mucho más que yo y tienen más experiencia”. Así que concluí que la investigación no era para mí. Pero llegó un momento en el que ya no era tan joven y me di cuenta de que otras personas pensaban igual que yo. Entonces, decidimos unirnos y formar un grupo para investigar juntos. Estábamos cansados de que, en la terapia visual, las cosas se hicieran sin un respaldo científico claro. Así que tomamos acción, realizamos los estudios necesarios y llevamos a cabo investigaciones para darle a la terapia visual una estructura sólida, con el soporte y la evidencia científica que necesitaba.

F.V.: ¿Cómo ha sido el camino que ha recorrido para llegar a ser el profesional de hoy?

M.S.: Desde el inicio, enfrentamos numerosos obstáculos. Alrededor de 1990-1991, éramos sólo ocho o diez personas interesadas en el tema, y nuestra perspectiva era bastante ingenua. Creíamos que el proceso sería sencillo: seleccionar algunos pacientes, realizar uno o dos estudios y eso sería todo. Sin embargo, nos llevó casi diez años llegar a los estudios piloto preliminares.

Para presentar nuestra propuesta al Instituto Nacional Ocular de los Estados Unidos y solicitar fondos gubernamentales que ascendían a millones de dólares, tuvimos que pasar por un proceso extenso y complicado. Por ejemplo, desarrollar la encuesta para la insuficiencia de convergencia requería demostrar el respaldo científico detrás de lo que queríamos presentar.

A lo largo del camino, recibí muchos comentarios negativos y enfrenté críticas, pero decidí perseverar. Finalmente, en 2004, logramos la aprobación de nuestro programa, después de 14 años de esfuerzo. A pesar de las objeciones de algunos oftalmólogos que dudaban de nuestra propuesta, nuestro objetivo fue crear una colaboración efectiva entre Oftalmología y Optometría. Así, pudimos demostrar que nuestro enfoque funcionaba, lo cual fue fundamental para convencer a otros profesionales de su validez.

F.V.: Mientras tanto, ¿qué pasaba con su vida personal?

M.S.: Me casé con una maravillosa mujer, Maxine, con quien tuve tres hijos, quienes me han dado tres nietos. A pesar de mi apretada agenda, siempre he encontrado tiempo para jugar con ellos y disfrutar de su compañía.

No hubiera logrado todo sin el apoyo de mi esposa, siempre ha estado a mi lado a pesar de que nunca he dejado de trabajar. Muchas tardes de nuestra vida llegaba de la universidad a seguir trabajando hasta que me quedaba dormido y ella estaba cerca.

Es interesante mencionar que, para mí, era crucial no dejar de trabajar. Recuerdo haber dicho: “No podía permitirme dejar de hacer lo que sabía que tenía que hacer”. No me quedaba pensando en cómo sacar tiempo; simplemente lo hacía. Así fue como se formó nuestro grupo de trabajo, compuesto por personas que no se limitan a trabajar de 9 a 5, sino que iban más allá.

A nivel personal, hace más de 30 años, decidí convertirme en vegano. Mi alimentación se basa en plantas, y todos los libros de mi biblioteca personal no son sobre binocularidad o estrabismo; son sobre cocina vegana. Me encanta preparar mis propios platillos. Aunque a veces bromeo sobre las habilidades culinarias de Maxine, ella misma dice que para qué cocinar si yo lo hago bien. [Risas].

Además, soy un gran aficionado a los deportes. Disfruto ver partidos, especialmente de béisbol. No me pierdo la Serie Mundial de Béisbol, y tengo una especial predilección por los Yankees. Me encanta disfrutar de esos momentos.

F.V.: Su esposa Maxine dice que es perfeccionista, ¿está de acuerdo?

M.S.: Mi personalidad siempre ha sido hacer las cosas bien, esforzándome por dar lo mejor de mí. Siempre hay oportunidad para demostrar la calidad de nuestro trabajo, aunque parezca una casualidad. Por ejemplo, cuando terminé mis estudios, me pidieron que dictara un curso porque la doctora Mohindra se había ido de viaje. “¿Doctor Scheiman, podría reemplazar la Dra. Mohindra?” ¡era una gran responsabilidad, se trataba de Mohindra! Acepté la propuesta a pesar de la gran ansiedad que sentía, pues quería hacerlo de la mejor manera posible. Así que acudí a mi preparación, organicé los contenidos, escribí lo que diría, hice todo tipo de notas para las clases y programe lo que iba a decir. Me dediqué tanto a esta tarea que, al final, este documento que había construido para que mis clases fueran muy buenas, se convirtió en la base para mi libro sobre visión binocular. Así que, en mi interés y trabajo por ser el profesor que quería ser, resulté dándole vida a mi libro y a dictar el curso tal como lo había imaginado. Mis estudiantes lo apreciaron mucho.

F.V.: ¿Alguno de sus hijos estudió optometría?

M.S.: Siempre tuve la esperanza de que alguno fuera Optómetra. Pues tenía mucho que heredarles. Además de mi trabajo en la universidad como investigador y docente, también tenía mi consultorio privado al que iba dos o tres veces por semana, desde la 1 hasta las 7 de la noche, donde atendía pacientes para realizarles terapia visual. Deseaba que uno de mis hijos pudiera hacerse cargo de ese consultorio y continuar con la práctica familiar.

Sin embargo, es común entre los optometristas que sus hijos no sigan el mismo camino. Lamentablemente, ninguno de mis hijos se interesó en la ciencia o en el área de la salud. No pude convencerlos, y al final, uno se convirtió en abogado y el otro se inclinó hacia la computación.

F.V: ¿Cómo está su salud en general?

M.S: Me siento muy bien, tengo la salud que me permite seguir haciendo lo que me apasiona. Muchas veces me preguntan cuándo voy a retirarme o cuándo me voy a pensionar. Y entonces respondo refiriéndome al doctor Harold, una persona muy conocida que ya tiene más de 80 años y aún no se ha retirado. La verdad es que estoy esperando a que él tome esa decisión. Mi plan es retirarme un día después de que él lo haga, solo un día más. [Risas].

S.M.: ¿Cuáles considera que son los nuevos retos que se vienen en terapia visual? ¿Qué deben hacer los terapeutas?

M.S.: Existen muchas áreas nuevas en las que necesitamos trabajar. Aunque he estado enfocado durante mucho tiempo en la insuficiencia de convergencia, que me ha tomado casi 30 años, aún hay mucho por hacer en relación con los problemas acomodativos. Es fundamental determinar si se necesitan lentes, si es necesario realizar terapia visual o si se debe recomendar un trabajo en casa combinado con terapia.

También veo un gran reto en el ámbito de la percepción visual y en los desórdenes que pueden afectar los movimientos oculares. Reconozco que no seré yo quien asuma esa tarea, ya que sé cuánto tiempo implicaría. Además, estos estudios son complicados.

Investigar con niños es particularmente difícil, tanto porque son niños como porque, al realizar estudios en un entorno de terapia real, es complicado tener a un grupo de control recibiendo un placebo durante un periodo prolongado. Otro gran desafío es abordar las lesiones cerebrales y los desórdenes visuales que pueden surgir a raíz de golpes, traumas y lesiones cerebrales. Es un área que también requiere atención y dedicación.

F.V.: ¿Cuál cree que ha sido su aporte más relevante para la terapia visual? M.S.: Definitivamente, el estudio aleatorizado clínico sobre la insuficiencia de convergencia. Para mí, era algo que debía hacerse, un proyecto que tomó mucho tiempo y que consideraba necesario. Hoy en día, puedo decir que, gracias a ese estudio, hemos logrado entender y abordar muchas otras áreas, ya que sentó las bases para futuras investigaciones.

Cuando presenté los resultados en el Congreso de la Asociación Americana de Optometristas, la reacción de la audiencia fue increíble; estaban felices, y yo estaba aún más emocionado por haber sido quien completó ese estudio. Fue un momento significativo que abrió muchas puertas y posibilidades en nuestra profesión.

F.V.: ¿Qué mensaje les da a los profesionales que hacen terapia visual y a quienes quieren ingresar en el área?

M.S.: Para mí, no hay nada comparable a la terapia visual dentro de la Optometría. Si bien todos los días hacemos preguntas y proporcionamos buena visión a nuestros pacientes, la terapia visual es única en su capacidad para transformar drásticamente la calidad de vida de una persona en poco tiempo. Un paciente puede estar luchando o sufriendo en su estudio o trabajo, y con un poco de tiempo en terapia, podemos lograr un cambio significativo. Es realmente un evento que puede cambiar la vida de alguien.

Al dirigirme a mis colegas en el ámbito de la salud, pienso que todos nosotros queremos hacer algo que funcione para nuestros pacientes, algo que realmente los ayude. En la terapia visual, encuentro un sinfín de beneficios y aportes valiosos que podemos ofrecer. Desafortunadamente, en Estados Unidos, no se reconoce tanto como desearía. La cantidad de profesionales capacitados en terapia visual es insuficiente para abordar la gran cantidad de problemas que existen en el país.

REFERENCIAS Este documento ha sido obtenido de una entrevista virtual realizada al Dr. Mitchell Scheiman por los optómetras Sandra Medrano, Fabio Mora y Javier Oviedo, disponible en el canal de Franja Visual en Youtube.

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