En muchos formatos de laboratorio óptico, una frase se repite con preocupante frecuencia: “dejar lo más delgado posible”. Según la Dra. Juliana Cadavid, esta solicitud es errónea. El espesor de un lente no se decide en el laboratorio, sino desde la consulta.
El grosor del lente depende de tres factores: la prescripción óptica, el índice de refracción del material y la montura elegida. Clasificar correctamente la fórmula en baja, media o alta ayuda a anticipar el espesor y seleccionar un aro adecuado.
Para prescripciones negativas, el espesor se concentra en los bordes. Un cálculo mental útil: cada dioptría tallada en policarbonato equivale a 1.5 mm de grosor. Así, una fórmula como -2.00 -2.00 x 180 puede generar hasta 6 mm en los bordes verticales. Una montura pequeña en altura y de acetato puede disimular mejor este grosor.
El índice de refracción también juega un rol clave. Un lente de 6 mm en policarbonato podría reducirse a 4.2 mm con material 1.74. Además, los lentes positivos requieren especial atención al centro óptico y evitar monturas semi al aire, que pueden acentuar el grosor inferior.
Ignorar estos factores genera reclamos, mala adaptación y lentes pesados. Más que vender monturas de moda, el profesional debe orientar al paciente con base en su fórmula. Porque un buen resultado óptico no se logra con una frase ambigua, sino con decisiones informadas desde la consulta.