La salud visual en Latinoamérica atraviesa un momento clave, con un crecimiento sostenido en la demanda por corrección visual, motivado por factores como el aumento del uso de pantallas, el síndrome visual informático, el ojo seco y las cataratas en mayores de 50 años. En este contexto, los lentes de contacto emergen como una alternativa versátil que complementa la oferta tradicional de gafas, adaptándose a distintos estilos de vida. Sin embargo, la región aún no ha alcanzado su verdadero potencial en adaptación de este tipo de soluciones visuales.
Un estudio reciente realizado en Colombia por Johnson & Johnson en 2024 reveló que cerca de 15 millones de personas están dispuestas a probar lentes de contacto, aunque actualmente no los utilizan. Esta cifra representa el 30 % de la población latinoamericana, lo que sugiere un potencial considerable para expandir la categoría en la región. A pesar de un crecimiento de doble dígito en los últimos tres años, la penetración de estos productos sigue siendo baja si se compara con la cantidad de personas con necesidades visuales no cubiertas.
Buena parte de los usuarios que utilizan corrección óptica han considerado los lentes de contacto como una opción válida. Su atractivo radica en la practicidad, la libertad de movimiento y la calidad visual que ofrecen. En Colombia, más de siete de cada diez personas afirman estar dispuestas a utilizarlos si se les ofreciera activamente. Esto evidencia una oportunidad concreta para las ópticas y profesionales de la salud visual, quienes podrían adoptar una postura más proactiva en su recomendación.
Las ópticas que ya han incorporado esta práctica han visto reflejados beneficios tangibles en sus negocios, como el aumento en el valor promedio de venta y una mayor fidelización de los pacientes. A diferencia de lo que podría pensarse, ofrecer lentes de contacto no representa una pérdida frente a la venta de gafas, sino una forma de diversificar la oferta y mejorar la experiencia del usuario. Se propone, además, abordar al paciente desde su estilo de vida: preguntas como “¿Practica algún deporte?” o “¿Tiene hobbies que impliquen movimiento?” pueden abrir la conversación hacia esta opción.
Contrario a la percepción común, los lentes de contacto no son exclusivos de los jóvenes. Personas con estilos de vida activos en diferentes etapas de la vida pueden beneficiarse de su uso. Los lentes especializados también han avanzado significativamente: para la presbicia, existen diseños multifocales con pupila optimizada que mejoran la adaptación; en casos de astigmatismo, Colombia se destaca como uno de los mercados con mayor adaptación de lentes tóricos, aunque aún persiste la práctica de omitir la corrección de cilindros bajos.
Los lentes de descarte diario están ganando terreno, especialmente entre las nuevas generaciones que valoran la comodidad y la inmediatez. Aunque actualmente predominan los lentes reutilizables, el crecimiento de opciones descartables, tanto tóricas como multifocales, promete ampliar aún más la cobertura de necesidades visuales.
La percepción del consumidor es favorable, pero persiste una brecha de conocimiento. Muchos consideran que los lentes de contacto pueden mejorar su calidad de vida, pero no siempre reciben la orientación adecuada. Aquí es donde el papel del profesional se vuelve decisivo: informar, adaptar y acompañar al paciente puede marcar la diferencia entre la intención y la adopción efectiva.
Latinoamérica se encuentra en un punto de inflexión en materia de lentes de contacto. Con un mercado dispuesto, avances tecnológicos constantes y un cambio de enfoque en el abordaje al paciente, se abren nuevas perspectivas para el crecimiento del sector visual. El llamado es claro: aprovechar esta oportunidad para transformar vidas a través de una visión más cercana, dinámica y personalizada.