Esa célebre frase con la que describimos de manera cotidiana asuntos donde lo que se ve es una mínima parte con respecto a lo que está oculto o no es evidente, tiene mucho que ver con nuestra actividad.
Debido al riesgo constante al que está sometido el sistema ocular y visual, el profesional debe ser curioso, prestar atención a los detalles y tener un pensamiento de urgencia, para dilucidar todo aquello que está detrás de un hallazgo clínico. Lastimosamente, cada vez es más frecuente encontrar pacientes a los que llamo “nómadas”, migrando de consultorio en consultorio buscando la solución a sus problemas visuales y que traen folios llenos de fórmulas con indicaciones de tratamientos que han servido para nada; estoy seguro que cuando usted recibe estas personas, se dedica minuciosamente a examinarlos porque algo adentro, una combinación de ego con responsabilidad profesional, dice: “yo seré el que descubra y trate lo que tenga este paciente”.
Pero, ¿sucede lo mismo con aquel paciente asintomático que asiste por control de rutina? le contaré una corta historia.
Un paciente asistió a consulta de control ordenada por medicina general hace muchos años, yo era un profesional recién egresado en ese entonces, combatía mi poca experiencia con el entusiasmo que tenemos al empezar cualquier camino, aún más si es el que libremente se eligió. Cada paciente para mí, era una oportunidad de crecer profesionalmente, cada uno de ellos era un mundo diferente y una enseñanza nueva. Por lo anterior me cuidaba de no dejar pasar por alto ninguna cosa por más insignificante que pareciera y ese día ese hábito tuvo una recompensa.
Al evaluar el segmento anterior registré una irregularidad pigmentada en el iris del ojo derecho, era un adulto mayor y me dijo en un tono divertido “ese ojo se puso así por viejo”. Continué realizando el exad: opacidad incipiente de cristalino, gerontoxon y algunos velos vítreos; pero las características de ese nevus de iris no me dejaban tranquilo a pesar de ser algo muy pequeño. Así que decidí remitirlo al especialista en el área, quien después de un par de meses me envió una nota donde resumía los hallazgos encontrados. En resumen, ese nevus era la punta del iceberg, detrás de esa irregularidad hiperpigmentada había un melanoma de cuerpo ciliar de dimensiones considerables y evidente malignidad que afortunadamente fue retirado con éxito, recuerdo muy bien esa parte de aquel reporte clínico, “fue necesario realizar extracción del globo ocular, pero se logró salvar la vida del paciente”.
Las enseñanzas de este caso fueron profundas y por eso quiero compartirlas: analizar con el mismo esmero y detalle cada paciente, pensar con urgencia, somos la última oportunidad para esa persona que confía en nuestro conocimiento, ante una duda mínima tomar medidas exageradas y contar con un equipo multidisciplinario que apoye nuestra labor. Finalmente, nunca caer en la monotonía de evaluar por evaluar; cada ser humano que entra al consultorio pone sus ojos en nuestras manos y merece el tiempo que sea necesario para mantener su salud, mejorar su calidad de vida o como este caso, salvar su vida.
Desde ese día la punta del iceberg cambió mi vida, estimuló para siempre mi pasión por el estudio del segmento anterior del ojo.