Bienvenido a la nueva sección de refracción, un espacio dedicado al análisis del fenómeno de refracción ocular; de la luz, su naturaleza y sus propiedades. En él encontrará información precisa, clara y actual. Notas editoriales, fotografías, experiencias, artículos de revisión, casos clínicos y más, redactados de forma imparcial por profesionales de reconocido prestigio en el área.
Con gran entusiasmo, y a título de quienes colaboran para lograr la edición de Franja Visual, le presento esta nobel sección cuyo propósito no es otro que la mejora continua de la práctica clínica del optómetra en América Latina.
De entrada, estará usted de acuerdo, nada más justo y legítimo que dedicar esta primera columna a la materia prima de la optometría, sin cuya existencia, nada de esto tendría el menor sentido: la luz.
Para comprender la vida, el humano ha tenido la necesidad histórica de estudiar la luz del sol y la luna, del fuego, los rayos y las estrellas. En toda mitología y religión la luz se presenta como fuente de fuerza espiritual; como parte de rituales sociales y religiosos; desde el seductor cortejo a la luz de las velas hasta los sacrificios humanos o como símbolo mismo de Dios. En ella se han inspirado escritores, músicos, poetas y locos.
El estudio de sus propiedades básicas se remonta a los antiguos griegos, quienes creían que la luz salía de los ojos detonada por la intención de alcanzar, sentir o tocar un objeto; la primera base geométrica para su estudio, la propagación rectilínea, introducida en la gran Alejandría, remplaza a la vieja idea de que “la luz salía de los ojos como fuego”.
Más adelante, en el obsceno marco de un agitado ir y venir de argumentos, experimentos y duelos de prestigio en el siglo XVII, se gestan las teorías clásicas de la luz, donde una milicia de ondas con velocidad definida pelea contra un ejército de partículas sin masa al arbitrio de la física clásica.
Como siempre, después de la tempestad viene la calma. La paz entre ondas, partículas y sus defensores, es impulsada a inicio del siglo pasado por el francés Broglie y su teoría “la materia tiene una onda asociada” avalada por A. Einstein. La conciliación onda-quantum llega de la mano de la evolución de la mecánica cuántica y su alcance se extiende hasta los cuerpos macroscópicos -como el nuestro-.
Sin embargo, era de esperar que una historia tan accidentada diera un giro más. Sucede que la teoría dual de la luz, aceptada como “un concepto mecánico-cuántico donde no existen diferencias fundamentales entre ondas y partículas” admite el colapso de la función de onda en un punto del espacio. Roger Penrose, de la Royal Society, afirma que la siguiente era en el enigma de la naturaleza de la luz se desarrollará en el campo de la gravedad cuántica.