La fabricación de lentes oftálmicos conlleva muchos procesos exigentes, ordenados, mecánicos, automatizados y de precisión. Por ejemplo, cuando la óptica recibe un lente monofocal para corregir un astigmatismo, en el laboratorio se siguió un proceso metódico para desarrollar curvas esferocilíndricas que se rigen por su astigmatismo. El procedimiento se hace más complejo cuando se realiza un lente

para corregir la presbicia ya sea con los bifocales o evolucionando a los multifocales progresivos bien sea por talla convencional o digital.

La complejidad de integrar diferentes tecnologías, maquinaría

y talento humano para lograr las potencias dióptricas que se solicitan, es alta. Y es más compleja aún porque a estas variables se suman algoritmos, matemática, física química y diferentes tipo de cálculos para lograr que esa mágica piedra transparente, que además viene en diferentes materiales con sus propias variables, tenga las curvas y superficies más perfectas posibles que requiere el profesional de la visión para que la luz pase de la manera como lo ha programado, para absorber las radiaciones no deseadas y al mismo tiempo mejorar visión, disminuir riesgos oculares y por su puesto aportar a la parte estética del rostro.

Y me quedo corto con el relato de lo que está involucrado en un laboratorio óptico para procesar los lentes, porque además, reporto con orgullo que una mayoría de los laboratorios del continente están invirtiendo y actualizando su tecnología para tener procesos eficientes que cumplan las expectativas de los profesionales de la visión.

Sin embargo hay una ruptura entre toda este esfuerzo e inversión y el valor que laboratorios y sector óptico le damos a los lentes oftálmicos. Y me refiero a la relación emocional con el producto, deberíamos estar muy orgullosos de nuestro trabajo, laboratorios y ópticas, de los altos niveles con los que estamos trabajando y de su impacto en la calidad de vida del ser humano. Pero veo con preocupación cada vez en todas partes más copias baratas que se fabrican por volumen.

Iniciando por las ofertan online y continuando por las que se encuentran en la calle, supermercados y todo tipo de establecimientos comerciales. Ofreciendo resultados mágicos con sus filtros, lectura en visión próxima y por supuesto las réplicas para disfrutar del sol.

He podido hacer la prueba, cuando hablamos con el consumidor final acerca del trabajo que seguimos en los laboratorios ópticos y nuestros procesos, este queda asombrado porque no se imagina todo lo que hay detrás de los lentes que lleva puestos. Y su percepción acerca de nuestro trabajo y nuestros productos cambia.

Por eso desde esta columna editorial quiero invitarlos a marcar la diferencia haciéndole honor a nuestro trabajo y su resultado final que son los lentes que llevan puestos millones de personas. Para que le contemos al consumidor final sobre el buen producto que desarrollan miles de trabajadores que hacen parte de los equipos de trabajo de los laboratorios, a las horas de esfuerzo y de trasnocho que son comunes para que estos productos les permitan tenerlos a tiempo, a la inversión permanente y de alto valor en tecnología, para que sepan que las economías de nuestros países son mejores, gracias a la gran cantidad de trabajo que se genera a nuestro alrededor.

Julio Jinesta
Ingeniero Industrial, Editor Área de laboratorios ópticos

Imagen tomada de: https://lithuaniatribune.com/wp-content/uploads/2019/04/5812325-678×381.jpg

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