Con más de cuatro décadas de trayectoria, Javier Prada se ha consolidado como una figura influyente en el campo de la salud visual en América Latina. Su reconocimiento profesional y empresarial lo posiciona como un referente en optometría, tanto por su visión de negocio como por su compromiso clínico. Desde sus inicios en la Universidad de Costa Rica hasta su actual enfoque en la contactología especializada, su historia es sinónimo de liderazgo, innovación y pasión por el servicio.

El legado de Javier comenzó en el seno familiar. Su padre fundó una óptica en 1958, y en 1978 él se integró al negocio, trabajando como optómetra desde 1982. Lo que nació como una empresa local creció hasta convertirse en la cadena de ópticas más grande de América Latina, con alrededor de 170 puntos de venta en Costa Rica y Nicaragua. Este crecimiento se apalancó en una estrategia de expansión sostenida desde 1988 y una integración vertical que incluyó la fabricación de lentes oftálmicos, de contacto y armazones, con miras a la exportación.

Su visión estratégica llevó al grupo a crear una distribuidora de equipos oftálmicos y ópticos, que aún representa marcas globales y ha incursionado en otras áreas médicas. Años después, la solidez de la cadena atrajo a grandes grupos internacionales como Luxottica, Essilor y Hall. Finalmente, Essilor adquirió una participación mayoritaria y asumió el control total en 2021. Prada y su familia conservaron la inmobiliaria, el laboratorio de lentes de contacto y la distribuidora, enfocándose en lo que hoy considera su mayor pasión: la contactología.

El laboratorio, donde atiende casos clínicos complejos, se ha convertido en su espacio creativo. “Para mí, esto es un hobby”, comenta. La experiencia que inició con su padre —también apasionado por la contactología— se nutrió con aprendizajes en Estados Unidos e Inglaterra, donde conoció a pioneros de los lentes de contacto y se formó en el diseño y adaptación de lentes gas permeables y esclerales. Resolver casos difíciles le genera una gratificación que describe como “una droga”.

El interés de Prada por el control de la miopía nació en un congreso en Canadá en 2002, donde junto a su padre conoció la ortoqueratología. Retomaron el tema en 2012, invirtiendo en tecnología para desarrollar lentes especializados. En 2014 fundó la Academia Latinoamericana de Ortocá y Control de Miopía (ALOC), vinculada a la academia internacional, reafirmando su liderazgo en el área.

La miopía, explica, es resultado del alargamiento excesivo del globo ocular. Su progresión puede derivar en graves complicaciones como desprendimiento de retina, cataratas y glaucoma. La situación es alarmante en América Latina, donde la conciencia sobre sus riesgos sigue siendo baja. Prada destaca terapias comprobadas como anteojos especiales (con modelos probados en China), lentes blandos y gas permeables, y el uso de atropina, subrayando también el papel preventivo de la exposición a la luz natural en contextos rurales.

Comprometido con la formación continua, Javier asiste a congresos internacionales y se mantiene actualizado gracias a su rol como proveedor tecnológico en la región. En 2025, dirigirá el simposio sobre manejo clínico de la miopía en Franja Visual, confirmando su vigencia e influencia.

En lo personal, reconoce que su padre fue una figura determinante. Aunque su ausencia durante la infancia lo marcó, finalmente siguió sus pasos en la optometría. Inicialmente trabajó con prótesis oculares, pero pronto entendió que su vocación estaba en transformar vidas a través de la visión. “La contactología no es triste, es esperanzadora”, afirma.

Javier Prada representa una fusión única entre visión empresarial, vocación clínica y compromiso con la actualización profesional. Su mensaje a las nuevas generaciones de optómetras es claro: “La profesión tiene muchísimas oportunidades, hay que aprovecharlas y atreverse a ser diferentes”.

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