La baja visión impacta profundamente la vida de quienes la padecen, generando incertidumbre, tristeza e incluso una aparente resignación. Sin embargo, esta condición no implica renunciar a la independencia ni a la calidad de vida. Muy por el contrario, abre la puerta a un abordaje proactivo donde la rehabilitación se convierte en la clave para resignificar el futuro. La optometría, desde este enfoque, asume un rol fundamental en el acompañamiento técnico y humano del paciente.
Del enfoque reactivo al acompañamiento proactivo
Durante años, la atención en baja visión se centró en la entrega de ayudas ópticas, muchas veces sin acompañamiento ni seguimiento. Hoy, se propone una evolución del modelo: uno donde el profesional no solo prescribe, sino que capacita, adapta y evalúa el uso real de las ayudas, con el objetivo de mejorar la vida cotidiana del paciente. El éxito se mide en función del uso efectivo de los recursos y el bienestar alcanzado.
La rehabilitación visual: un proceso activo y personalizado
Rehabilitar es entrenar. Es enseñar al sistema visual a trabajar con lo que tiene, desde un modelo neurofisiológico respaldado por evidencia. Este proceso individualizado comienza con una evaluación optométrica integral y se orienta a mejorar la funcionalidad a través del manejo de ayudas, la adquisición de habilidades en la vida diaria, y el fortalecimiento de la autonomía y la movilidad personal.
Entrenar la mirada: localización y estabilización del LRP
Cuando el daño se ubica en la mácula, es esencial identificar el llamado Locus Retiniano Preferencial (LRP), un área periférica que puede asumir la función de fijación. Técnicas como la rejilla de Amsler, la microperimetría o el entrenamiento sacádico permiten localizarlo y estabilizarlo. Nuevas estrategias, como la bio-retroalimentación, están mostrando resultados alentadores al inducir cambios funcionales a nivel cortical. Asimismo, el aprendizaje perceptivo mediante software especializado representa una promesa para aprovechar al máximo las capacidades residuales.
Los prismas: una herramienta de múltiples aplicaciones
Aunque ampliamente conocidos, los prismas siguen siendo infrautilizados en baja visión. Pueden desplazar imágenes hacia zonas de mejor visión (en defectos centrales), expandir campos visuales (en retinosis pigmentaria o hemianopsias), o facilitar la convergencia en ayudas de cerca. Su diseño discreto favorece la aceptación del paciente, pero su cálculo debe ser preciso. Mientras que los prismas tallados ofrecen mejor calidad óptica, los prismas de Fresnel son útiles cuando se requieren altas potencias, aunque con limitaciones en la nitidez.
Más allá de la óptica: factores humanos determinantes
La rehabilitación no es solo técnica. La disposición emocional del paciente, su entorno familiar, y la gestión de expectativas son determinantes en el proceso. El duelo visual debe ser abordado con sensibilidad, especialmente en pacientes con condiciones neurológicas, niños o adultos mayores. Un enfoque interdisciplinario —que involucre oftalmólogos, terapeutas visuales, psicólogos y asesores ópticos— amplía las posibilidades de éxito y sostenibilidad en el tiempo.
El optometrista primario: un rol que transforma
Atender la baja visión no es exclusivo de especialistas. Todo optometrista que prescribe una adición ya está participando en este campo. Desde ayudas de cerca hasta pequeñas adaptaciones, cada intervención suma. Incorporar conceptos básicos como el entrenamiento oculomotor o el uso de prismas accesibles puede marcar la diferencia en la experiencia del paciente. Se trata de mejorar la práctica cotidiana y hacer visible lo posible, incluso con recursos limitados.
Conclusión: la resignación no es una opción
La baja visión no debe ser asumida como una condena. Con un enfoque proactivo, la rehabilitación adecuada y la voluntad profesional, es posible devolverle al paciente algo más valioso que la agudeza visual: su independencia. A través de una atención informada, humana y progresiva, cada profesional puede ser parte activa de este cambio. La verdadera mirada transformadora no está en los ojos, sino en la actitud.