Si un niño nace con catarata, estrabismo o con una alteración en los medios refringentes, la oportunidad de desarrollar una buena agudeza visual monocular se reduce a tres semanas, un mes de vida. He tenido la oportunidad de ver estos niños 35 años después de ese episodio de interferencias serias en el desarrollo de la visión y, a pesar de un plan consistente con una oclusión muy disciplinada, la dominancia ocular del ojo director marca la pauta en un escenario visual en que el ojo que no pudo desarrollarse tempranamente está en desventaja.
Por tanto, son escasos todos los esfuerzos que se hagan para valorar los niños en el primer mes de vida y tener la oportunidad de estimular el desarrollo normal de la visión de los dos ojos. Y el trabajo continúa, también se debe hacer lo máximo posible en los siguientes tres meses de vida para impactar favorablemente la interacción binocular y lograr su culmen, la percepción de profundidad fina. Luego tenemos hasta los diez meses para lograr que haya participación biperiférica simultánea y eso se logra con el paralelismo de los ejes visuales. Por ejemplo, si un niño nace con los ojos derechos pero en su desarrollo hay un interferente y se presenta un estrabismo infantil esencial a los tres meses de nacido, se debe actuar con urgencia y como es tan difícil el abordaje quirúrgico, hay alternativas que resultan de alto beneficio, como el uso de toxina botulínica que diferentes escuelas del mundo recomiendan y que he tenido oportunidad de analizar trabajando con oftalmólogos pedíatras que la usan en algunos casos de estrabismo y nistagmus, con excelentes resultados. El objetivo es claro, favorecer el escenario ideal de los seis primeros meses de vida del andamiaje de células simples, complejas e hipercomplejas. En conclusión, ese campo receptivo neuronal que tiene que ver como la binocularidad se favorece al poner los ojos derechos durante la etapa crítica de la plasticidad.
Alcanzar el paralelismo de los ejes visuales, la isoexperiencia en visión y la flexibilidad de acomodación, en los tres primeros meses de vida, marca la pauta para que no haya ambliopías y alteraciones en los campos receptivos neuronales de las diferentes estaciones de servicio.
Lamentablemente, las situaciones adversas son más comunes de lo que imaginamos, porque en algunos casos, solo la diferencia de una dioptría entre un ojo y el otro, es suficiente para que un ojo se vuelva ambliope, situación que podría ser superada fácilmente si la presencia del especialista de la visión es frecuente en la vida de los bebes. Los niños, sin excepción, en el primer año de vida deben ser evaluados, pues es donde realmente nuestra función como fisiólogos de la visión tiene su máxima importancia.