El ser humano, a través de la historia, maravillado por la luz y sus efectos visibles, inició su estudio como si fuera una energía independiente. Con el tiempo, ha ido entendiendo y organizándola dentro de una extensa cantidad de radiaciones invisibles, conocidas como el espectro electromagnético. En diferentes momentos, de acuerdo con su interpretación, han surgido grandes polémicas, como, por ejemplo, si esta energía estaba compuesta solo de partículas o si era una onda, si como se concluyó después, es ambas cosas a la vez. Estas partículas, paquetes de energía que se mueven como ondas, influencian toda nuestra existencia.

La evolución en la interpretación del espectro electromagnético ha llevado a la ciencia a comprender el funcionamiento de la naturaleza y mejorar la tecnología. Y en nuestro caso, bien vale la pena evolucionar su comprensión, teniendo en cuenta que el sistema ocular existe, porque la luz existe, así como es evidente que la exposición de los ojos al entorno electromagnético, entre otros factores, ha llevado a su condición actual. Por lo tanto, si queremos informar al cerebro con imágenes de la más alta calidad posible, de manera constante y fácil, al mismo tiempo que mantenemos la salud ocular, el conocimiento e interpretación moderna del espectro y su relación con el tejido ocular resulta de gran ayuda.

Tenemos de una parte, las radiaciones ultravioleta, azul e infrarroja que pueden alterar el sistema ocular o afectar el desempeño humano, porque, aunque el individuo se encuentre sano en el momento de la evaluación, su futuro puede verse comprometido si se combinan variables como la suma de estas tres radiaciones, el tiempo, la cantidad, la intensidad de la exposición y las características del tejido que se irradia.

De otra parte, está el espectro visible, energía que se convierte en impulsos eléctricos para informar el cerebro. El control programado de las longitudes de onda que componen esta zona es cada vez mayor. Por ejemplo, la ciencia desarrolla elementos que pueden modificar la radiación visible de manera cada vez más controlada; filtros con pigmentos en cantidades y combinaciones programadas que permiten el paso y absorción de nanómetros específicos de energía en diferentes porcentajes para mejorar las condiciones del individuo.

El manejo de esta radiación tiene un impacto en la percepción visual al modular la actividad neuronal en ciertas áreas del cerebro. Modulamos la sensibilidad al contraste al reducir ciertas longitudes de onda y favorecer la capacidad del cerebro para distinguir entre objetos y detalles en el entorno visual. La organización de la radiación visible puede influir en la actividad neuronal en áreas visuales específicas del cerebro, como la corteza visual primaria y secundaria. Por lo tanto, al controlar la cantidad y tipo de energía que llega a la retina, se puede optimizar la función visual y mejorar la percepción de ciertos estímulos visuales. Para algunas personas, ciertas longitudes de onda pueden causar malestar visual o fatiga ocular, así que su modulación puede ayudar a reducir el estrés visual y permitir una percepción visual más cómoda y relajada. Es decir, nuestro manejo programado de la luz puede influir en la actividad de las ondas cerebrales y tener un efecto en la capacidad de procesamiento de la información visual. Todo esto se trata de lograr la eficiencia visual en el entorno actual que enfrenta el ser humano. Nuestros servicios y productos deben mantener cantidad, calidad, precisión y facilidad de percepción visual, así como al mismo tiempo se involucra la protección, comodidad y estética. Analizar y revisar nuestra interpretación y manejo de la energía del entorno es clave en el éxito de la labor.

 

Javier Oviedo OD.

Director @javieroviedo

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