Una sonrisa permanente en sus caras, acompañaba su mirada llena de satisfacción y esperanza. Al tiempo que sus ojos brillaban, la alegría se desbordaba a través de sus pantallas. Esa fue la imagen que registré cuando hace algunos días culminamos un ambicioso programa de capacitación para personas que trabajan con los laboratorios ópticos del continente. Suena romántico y así fue, en el ambiente había una sensación de familia, de pertenecer a un grupo con muchas cosas en común, se estaba fortaleciendo una comunidad para estimular el crecimiento personal y el de todo un sector.
Lo que empezó, para muchos, como una apuesta con algo de riesgo, pues no había una propuesta organizada de capacitación para personas tan importantes en la visión de la población, los aliados más importantes de los profesionales de la visión, resultó ser una experiencia formidable de compartir, aprender, pertenecer a un grupo y sentir que no estaban solos.
Eso es la capacitación, en eso se convierten los programas de educación para nuestra comunidad salud visual, son más que espacios de información y recepción de conocimientos. Sus efectos son positivamente significativos para el sector porque influyen en su economía, ayudan en su organización y por supuesto, aportan a la salud de los usuarios. Los programas de capacitación que realizan las instituciones que han asumido esta gran responsabilidad son de gran beneficio humano porque educar es igualar, integrar, incluir y mejorar. Sin embargo, debo registrar la falta de interés y la lentitud por parte de nosotros, los participantes de la comunidad salud visual, profesionales de la visión, asesores, propietarios, administradores de establecimientos de salud visual y miembros de la industria, por explorar e invertir en nuestro desarrollo educativo y esta es la principal causa del retraso de nuestra comunidad en América Latina.
Por eso, nuestra historia y presente, debería cambiar, pues cada año, en la comunidad salud visual, un grupo de estudiantes de Optometría, administración y profesiones similares cumple en promedio 25 años de edad y la mayoría de ellos habrá llegado a su máximo nivel educativo. En otros casos, terminarán su bachillerato hacia los 18 años. En ambos grupos, profesionales de la visión, administradores, propietarios, asesores y miembros de la industria, muy pocos continuarán capacitándose y la mayoría habrá completado para entonces su ciclo de formación. Luego vendrán 40 a 50 años de trabajo que realizarán con base en lo aprendido inicialmente y la experiencia que se va adquiriendo. Y esta es la fuerza productiva de nuestra comunidad en América Latina.
La inversión en la educación de nuestra comunidad es el factor más determinante para el crecimiento del sector en general, es el principal motor para mejorar servicios, productos e integración, así mismo, es una poderosa herramienta para el fortalecimiento económico de cada uno y del sector como grupo en la sociedad. ¿Queremos promover una comunidad más fuerte y abundante? Tengamos un extraordinario desarrollo educativo.
El camino más corto para lograr una comunidad salud visual fortalecida es la capacitación, además porque la nuestra es una labor con rápida evolución y fundamental en el desempeño del ser humano. Termino con la sensación de plenitud que me acompaña al registrar lo que percibí, bien vale la pena vivir por eso: una sonrisa permanente en sus caras, una mirada de satisfacción y esperanza. Una sensación de pertenecer a un grupo, una familia. Construir desde la individualidad el fortalecimiento de una comunidad, por el bienestar de la humanidad.
Excelente propuesta!