En la primera parte de este artículo se abordaron los daños que la luz azul puede producir en el sistema visual y se hizo una introducción sobre los mecanismos fisiológicos de protección que presenta el ojo contra esta radiación. En la segunda parte continuaremos hablando sobre estos mecanismos y sobre la importancia de los lentes de protección.
MECANISMOS NATURALES DE PROTECCIÓN OCULAR FRENTE A LA RADIACIÓN ELECTROMAGNÉTICA
Es necesario analizar, no sólo los daños que estas radiaciones pueden producir sobre le ojo, sino los mecanismos de protección con los que cuenta este para evitar dichos daños. El ojo posee múltiples mecanismos naturales para autoprotegerse frente a la radiación electromagnética. Por una parte, existen una serie de barreras físicas que protegen al ojo, como son el arco supraciliar, las cejas y las pestañas. Por otra, existen mecanismos de defensa naturales, como son el guiño, el parpadeo, el lagrimeo y el reflejo pupilar de miosis, que reducen la cantidad de radiación que penetra en el ojo, y el reflejo de aversión, que limita la duración de la exposición.
En cuanto al efecto de absorción de los distintos medios oculares, la longitud de onda y la intensidad de la radiación electromagnética que absorbe cada uno de ellos – córnea, humor acuoso, cristalino y humor vítreo – evitan la transmisión de las longitudes de onda a las estructuras que se encuentran posteriores a cada una de ellas, ejerciendo un efecto protector para éstas por absorción, aunque no para la estructura absorbente.

Figura 1: Ejemplos de energía de diferentes longitudes de onda del ultravioleta y del espectro visible. Tomado de la Academia Americana de Optometría, 2008.
Por ello, la primera protección que presenta la retina es la absorción de la radiación ultravioleta e infrarroja que realizan principalmente la córnea y el cristalino. Sin embargo, el espectro visible es transmitido
prácticamente en su totalidad por estas dos lentes oculares, con excepción de las longitudes de onda corta que, en parte, son absorbidas por los cromóforos del cristalino.
Con la edad, el cambio gradual en el color del cristalino proporciona una protección creciente a la retina del daño producido por longitudes de onda más cortas. Por el contrario, los ojos afáquicos pierden esta protección filtrante y los pseudofáquicos la pueden mantener si se les implantó, al intervenir quirúrgicamente la catarata, una lente intraocular con filtro ultravioleta.
El cristalino de un niño carece de pigmento cristalino – su aspecto es transparente e incoloro – y, al envejecer, va adquiriendo coloración e, incluso, puede sufrir opacificación. El pigmento cristalino protege a la retina del daño oxidativo que produce la exposicióna la luz azul, ya que, como se expone en los párrafos siguientes, su espectro de absorción es similar al de los pigmentos maculares. La retina, por sí misma, también posee mecanismos de protección naturales frente a la radiación electromagnética, fundamentalmente a través de dos tipos de pigmentos maculares: los carotenoides de la familia de las xantofilas – luteína y zeaxantina – y la melanina.
La luteína y su isómero, la zeaxantina, filtran las radiaciones más energéticas y, por tanto, las potencialmente más peligrosas, ejerciendo así de filtro óptico natural. Su espectro de absorción está en el rango de 400 nm a 550 nm, con un máximo a 446 nm (luz azul). La absorción máxima de la luteína se produce a 445 nm, y, en el caso de la zeaxantina, a 451 nm.

Figura 2: Espectro de absorción de luteína y zeaxantina. Modificado de Junghans et al., 2001.
Sin embargo, con la edad, existe una menor presencia de estos antioxidantes oculares, por lo que disminuye la protección de la retina frente a las especies reactivas del oxígeno. Adicionalmente, en el epitelio pigmentario se produce un acúmulo de lipofuscina en forma de depósitos, dando lugar a la formación de drusas, primera manifestación clínica de la degeneración macular asociada a la edad. A su vez, la exposición de lipofuscina a la banda azul del espectro visible induce la formación de especies reactivas de oxígeno.
Por último, la distribución anatómica no homogénea de los fotorreceptores retinianos, concretamente la ausencia de conos S (fotorreceptores sensibles a la luz azul) en la foveola, sirve como elemento de protección de este área de la retina frente a este tipo de radiación. Resulta particularmente resaltable que sea precisamente en la foveola, responsable de la máxima agudeza visual, donde no existan conos sensibles a la radiación azul del espectro electromagnético, que, por su elevada energía, es la más nociva del espectro visible para las estructuras oculares.

Figura 3: Distribución de los fotorreceptores en la retina. Modificado de Osterberg, 1935.
LENTES DE PROTECCIÓN
Después de conocer el tipo de daños y los mecanismos de defensa fisiológicos del ojo frente a la exposición acumulativa de luz azul, conviene resaltar la necesidad imperiosa del uso de lentes protectoras que absorban las longitudes de onda corta tanto de la luz natural como de la luz artificial.
El uso de lentes solares de calidad, de lentes fotosensibles y de lentes protectoras para el uso de pantallas de dispositivos digitales unido a la utilización de protectores de pantallas que preservan la salud visual y considerando las medidas higiénicas y de seguridad establecidas por las instituciones oficiales permitirá tener una mejor visión y proteger los ojos frente a las agresiones producidas por la luz.